El grupo “764” envió mensajes intimidatorios a la UCA y a la UNTreF, generando preocupación en las autoridades educativas. Según alertó el FBI, esta organización de perfil satánico y neonazi se dedica a captar y manipular adolescentes en entornos digitales, donde los coacciona psicológicamente hasta inducirlos a autolesionarse o incluso a suicidarse en transmisiones en vivo.

En los últimos días, el número 764 apareció vinculado a amenazas de masacre enviadas a la UCA y a la UNTreF, lo que llevó a la intervención de las áreas antiterroristas del país y al acompañamiento del FBI. Según un informe citado por NA, la persona que difundió los mensajes dijo pertenecer a la red 764, aunque investigadores argentinos remarcan que no existen pruebas de que el grupo actúe de manera real en el país. Creen, más bien, que quienes firman los mensajes buscan llamar la atención o ganar reconocimiento dentro de esa comunidad online.

La red conocida como 764 nació en 2020 y fue creada por un adolescente estadounidense. Combina elementos de satanismo y extrema derecha, y su nombre remite al código postal de la ciudad natal de su fundador en Texas. Las agencias de seguridad, incluido el FBI, sostienen que sus integrantes operan en plataformas digitales como Discord, Roblox y Telegram, donde se presentan como pares amistosos para captar a jóvenes en situación vulnerable.

Detrás de esa máscara de cercanía, el grupo utiliza tácticas de manipulación psicológica para obligar a sus víctimas a cometer actos autodestructivos o sexuales e incluso a intentar quitarse la vida ante cámaras. Autoridades de Estados Unidos y el Reino Unido han descrito a la organización como una secta que exalta la violencia extrema y busca desensibilizar a los adolescentes. En territorio británico ya hubo detenciones vinculadas a estos hechos, incluida la condena a prisión de un joven que alentaba a menores a hacerse daño.

El impacto que ejerce la red quedó reflejado en el testimonio de una madre británica, quien relató a la BBC la rápida degradación emocional y física que sufrió su hija de 14 años tras ser captada por el grupo. La mujer explicó que la adolescente dejó de dormir, de alimentarse y que vivía dominada por el miedo, al punto de que resultaba imposible alejarla de esa influencia. Su historia muestra el nivel de control que puede ejercer esta comunidad sobre sus víctimas y el profundo daño que genera en las familias.

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