Una especialista detalla de qué manera identificar las diferencias entre ambos tipos de alimentos y remarca que brindar información clara y accesible al consumidor resulta mucho más efectivo que generar miedo o alarma al momento de elegir qué comer.
La diferencia entre los alimentos procesados y los ultraprocesados sigue generando discusiones entre especialistas, profesionales de la salud y actores de la industria alimentaria. Comprender el rol que ocupa cada uno dentro de la alimentación cotidiana resulta fundamental para tomar decisiones más informadas y conscientes sobre lo que consumimos a diario.
El debate no pasa por rechazar de plano todo producto que tenga envase o etiqueta, sino por aprender a leer y comprender esa información. Entre el conocimiento científico, las regulaciones vigentes y el sentido común, existe un punto de equilibrio posible que permite alimentarse con criterio, sin temor y sin caer en restricciones innecesarias que muchas veces no aportan beneficios reales.
Además, no todo lo industrial implica artificialidad ni todo lo casero garantiza una mejor calidad nutricional. La nutricionista Andrea Fabiana González explica que el procesamiento forma parte esencial de la cadena alimentaria y que, lejos de empeorar los alimentos, muchas veces los vuelve más seguros, estables y nutritivos, permitiendo su conservación y reduciendo riesgos para la salud.
La especialista remarca que uno de los principales errores de comunicación ha sido agrupar bajo una misma categoría a todos los productos que atraviesan algún proceso industrial. El verdadero problema surge cuando las transformaciones son tan profundas que el alimento pierde su identidad original, pero simplificar el debate no ayuda. Diferenciar, educar y brindar herramientas al consumidor es clave para promover elecciones más saludables y sostenibles.





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