Las altas temperaturas, combinadas con la exposición prolongada al sol, generan una evaporación más rápida del agua presente en la piel, lo que favorece la deshidratación. Esta situación se intensifica durante las actividades al aire libre, especialmente en espacios como el mar o la pileta, donde el sol, el viento y el contacto con el agua contribuyen a una mayor pérdida de humedad y a la sensación de sequedad cutánea.
Durante el verano, la piel se ve especialmente afectada por el calor, la radiación solar y el contacto frecuente con el agua, factores que favorecen una pérdida acelerada de hidratación. En este contexto, no alcanza solo con aumentar el consumo de líquidos: para conservar una piel sana es necesario incorporar hábitos que actúen desde el interior y ayuden a reforzar su equilibrio natural.
En esta época, la barrera cutánea suele debilitarse y disminuye su capacidad de retener agua, lo que puede generar tirantez, opacidad y pérdida de luminosidad. La hidratación efectiva no depende únicamente de cuánta agua se ingiere, sino también de cómo el organismo la retiene y distribuye, un proceso influido por el colágeno, los micronutrientes, las grasas saludables, el descanso y el estado general del cuerpo.
Cuando alguno de estos elementos falla, la piel no logra aprovechar correctamente el agua disponible, por lo que se requiere un enfoque integral que contemple alimentación equilibrada, buen descanso, actividad física regular y protección diaria frente a los rayos solares. La deshidratación cutánea suele manifestarse con aspecto apagado, sensación de aspereza, menor elasticidad y mayor visibilidad de líneas de expresión, signos que se intensifican durante los meses de altas temperaturas.
Para potenciar la hidratación, los especialistas recomiendan mantener una ingesta constante de agua, sumar colágeno y vitamina C, incorporar grasas saludables como las presentes en la palta, el aceite de oliva y los frutos secos, dormir adecuadamente y sostener una rutina de movimiento. A esto se suma el cuidado tópico diario con productos humectantes, antioxidantes y protector solar, además de una alimentación rica en proteínas y minerales que favorezcan la producción de colágeno. La combinación de estos hábitos permite conservar la firmeza, la elasticidad y la hidratación de la piel incluso durante los días más calurosos del verano.





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