Durante las fiestas de fin de año, se alteran los hábitos cotidianos con horarios de descanso más tardíos, ingesta de comidas más abundantes y un mayor consumo de alcohol, una combinación que favorece la relajación excesiva de los músculos de la vía aérea y puede intensificar o desencadenar los ronquidos.
Diciembre no solo representa el cierre del año, sino también un período atravesado por múltiples festejos que alteran la rutina diaria. Entre reuniones laborales, celebraciones familiares, brindis y vacaciones, se vuelve habitual cenar más tarde, consumir más alcohol y dormir menos horas. Estos cambios sostenidos en los hábitos tienen un efecto recurrente en muchos hogares: el aumento de los ronquidos durante la noche.
La explicación está en la combinación de factores que afectan directamente la respiración durante el sueño. El consumo de alcohol cumple un rol central, ya que provoca una relajación excesiva de los músculos que mantienen abiertas las vías respiratorias, facilitando su estrechamiento y la vibración de los tejidos. A esto se suma que el alcohol puede generar congestión e inflamación nasal, lo que favorece la respiración bucal y potencia los ronquidos, incluso en personas que no suelen presentarlos el resto del año.
Las comidas abundantes, ricas en grasas y azúcares, junto con horarios nocturnos prolongados y descanso inmediato, también contribuyen al problema al favorecer el reflujo y dificultar una respiración adecuada. Además, en diciembre suele disminuir la actividad física y aumentar el estrés, dos variables que deterioran la calidad del sueño. Si los ronquidos se vuelven persistentes o se acompañan de pausas respiratorias y cansancio diurno, pueden ser una señal de alerta que justifique una consulta médica, ya que en algunos casos estas conductas pueden revelar trastornos del sueño previamente no detectados.





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